sábado, 9 de noviembre de 2019

EL CAPITALISMO YA ESTÁ EN NUESTRAS CABEZAS


FELICIDAD SISTÉMICA
Edgar Cabanas y Eva Illouz.- Happycracia, Barcelona, Paidós, 2019, 219 páginas. 
Nos contamos de uno en uno. Nos nombramos: este es tal, ella es cual. Nos narramos de vida en vida: somos lo que ha dado de sí cada una de esas vidas. Cada cual tiene su mundo, se dice. Nuestros sentimientos son personales, se afirma. Pero nada de todo esto es natural. Un individuo es, básicamente, una construcción histórico-social. Como tales hemos sido formados en las sociedades liberales. Entonces, ¿qué es un individuo para el liberalismo? Básicamente una persona que posee el bien preciado de la libertad (que puede decidir), que es autónomo (que no depende de nadie) y que cuida de sí mismo por encima de todo (que es feliz). Cualquier problema en alguno de estos tres pilares fundamentales supone una disfunción que debe resolverse aplicando la misma receta: más libertad, más autonomía y más felicidad. Las determinaciones y condiciones sociales que conforman las relaciones sociales son solamente “hándicap” para el liberalismo; las relaciones de hegemonía y poder que estructuran los conflictos sociales son únicamente una expresión de “la lucha por la vida”; la tristeza y la depresión que resultan del fracaso en el mundo ideal del liberalismo son patologías del propio individuo incapaz de “encontrarse a sí mismo”. Para sostener este mito, el liberalismo produjo toda una serie de ideas, imágenes y representaciones sociales que se fueron filtrando a través de leyes, películas, poemas, conversaciones de radio, discursos políticos sobre la libertad de elección, consultas psicológicas, etc. Con una de estas representaciones comienza este demoledor y brillante libro de Eva Illouz y Edgar Cabanas, con la película En busca de la felicidad (2006): p. 12. ¿Cómo sale el protagonista de el lugar marginal en el que ha caído con su hijo: “persiguiendo su sueño y perseverando en el trabajo”: consiguiendo feliz.

Conocemos de sobra la ideología liberal en lo que se refiere a la política y la economía, pero hasta hace unas décadas no hemos conocido cómo funcionaba esta ideología en relación con las representaciones de los individuos como sujetos pasionales, emocionales y sentimentales. Desde hace varios años, Eva Illouz viene trabajando sobre todo lo concerniente al amor, la felicidad, la voluntad, etc. Como sabemos, el neoliberalismo radicalizó los procesos de mercantilización de actividades no propiamente productivas como la salud, el conocimiento, el tiempo libre, etc. Para ello debía producir necesidades y hacer que las mismas tuviesen una relación con fenómenos que estuviesen ocurriendo en la sociedad, aunque los mismos derivaran del sistema social y no de la vida de los individuos. Uno de los últimos nichos de mercado ha sido la felicidad, para lo que se ha construido toda una industria. Illouz y Cabanas lo plantean así: “la felicidad -según plantea la misma- se considera un conjunto de estados psicológicos que pueden gestionarse mediante la voluntad; como el resultado de controlar nuestra fuerza interior y nuestro auténtico yo” (p. 13). Se ha conseguido hacer depender la felicidad de nuestro encaje en el mundo ideal liberal dominante. Pero la industria, para prosperar, necesita hacer útiles y creíbles sus mercancías, y para ello requiere de una justificación “científica” que legitime su importancia: por ello surgió la psicología positiva a comienzos del siglo XXI.

Illouz y Cabanas no escriben contra la felicidad sino contra los presupuestos infundados, los falsos problemas, los razonamientos incoherentes y las generalizaciones exageradas que propugna esta nueva ciencia, y contra la utilización espuria que hace de los clásicos confundiendo los términos al utilizar las mismas palabras. No escriben contra los sentimientos de soledad, tristeza sino contra la afirmación que la psicología positiva hace de que “la riqueza y la pobreza, el éxito y el fracaso, la salud y la enfermedad son fruto de nuestros propios actos” (p. 19). La carga de la prueba cae sobre los individuos: ¿no estáis tristes?, ¿no os sentís fracasados?, pues eso significa que no sois felices. Pero basta poner las cosas de pie para darse cuenta de que habría otra respuesta: qué hay en ese sistema social que me hace triste, fracasado e infeliz. Lo escribió en el siglo XIX Georg Büchner. Tampoco escriben contra la necesidad de salir de la tristeza o del sentimiento de fracaso, sino contra los efectos perversos que tienen las técnicas generadas por la industria de la felicidad, como el coaching, el mindfulness, los libros de autoayuda o los métodos vulgarizados y reducidos a pura espiritualidad vacía de pensamiento interior, que a menudo multiplican las insatisfacciones y las frustraciones de los individuos o, en el mejor de los casos, los condena a una ceguera absoluta sobre los verdaderos orígenes de los problemas emocionales y sentimentales. “El mindfulness reifica la interioridad”, o sea, la trata como una cosa (p. 76).
Happycracia (el título es lo único desafortunado del ensayo) señala los pasos dados por la industria de la felicidad y su discurso legitimador, la psicología positiva, para conseguir imponer en las personas su concepción deformada de los individuos (¡Gestiona tus emociones!, ¡Tú eres tu marca!)) y abrir un gran mercado de productos (¡Pon un app en tu vida!), dado que su gran éxito lo constituye el haberse colado como programas fundamentales en las empresas y, ahora, en colegios, institutos y universidades. Los pequeños individuos ya crecerán con la verdad liberal instalada en sus cerebros a través de cursos, talleres de positividad y programas. Mientras tanto, “se siguen debilitando los marcos de sentido con una concepción más amplia de interés común” (p. 79) y, de paso, favorecen el control social (p. 180). Todo un éxito que hay que arruinar. (CVH)




domingo, 21 de julio de 2019

ANIMALES PRÓJIMOS



PARA ACABAR CON LA TORTURA A LOS ANIMALES
Juan Ignacio Codina Segovia.- Pan y toros, Madrid, Plaza y Valdés, 2018, 238 páginas, 14,50€

En el año 2005 se publicó un fundamental ensayo que estudiaba el lugar de los animales en las sociedades industriales. Su título era Todos los animales somos hermanos. Su autor un filósofo y poeta, Jorge Riechmann, que concentraba en este volumen de 357 páginas todos sus saberes sobre ética, ecología y biología para aprender a ver con una mirada nueva nuestro mundo y nuestras relaciones con los otros, que también son los animales. En un Anejo (después ampliado a libro) se incluía una amplia antología sobre derecho, ética y animales, textos publicados a lo largo de más de tres siglos, que defendían un cambio de actitud y de posición política respecto a los mismos. Dos años antes se fundaba el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) que en poco más de un década de luchas, a través de campañas, denuncias y manifiestos (luchas que han sido muchas veces ridiculizadas o violentadas), ha transformado en gran medida la mentalidad que consideraba a los animales como meros apéndices de los seres humanos, utilizados para su beneficio, y que se basada en una supuesta superioridad de los segundos. El respeto moral hacia los animales fue también el punto de partida de otro filósofo y científico, Jesús Mosterín, que –en respuesta a una pregunta- decía “sí, me parece que la tortura de las ocas para producir foie-gras con su hígado enfermo es intolerable; por eso ya se ha prohibido en bastantes países. La caza mal llamada “deportiva” perdió todo su sentido con la revolución del Neolítico; ahora es inaceptable. Y, como ya he dicho, la ganadería intensiva es inaceptable”. 
El libro de Codina se suma a estas luchas que impulsan numerosos colectivos, y se centra en el pensamiento antitaurino (detalladamente) y en la violencia contra los animales. Ese es, sin duda, su primer gran acierto: que después de realizar una tesis doctoral sobre el discurso contra la violencia hacia los toros (de la que se nutre este libro), la misma le permite desmontar el argumento de los defensores de las corridas de toros de que esta oposición radical contra la llamada “fiesta nacional”  y otras “celebraciones” en la que sufren animales es solamente una moda. Para ello, sus páginas se llenan de numerosas citas y fragmentos de obras de autores, escritoras, políticos, pensadoras, etc. que desde la Edad media y hasta nuestros días han defendido a los animales, han denunciado públicamente las corridas de toros reclamando su abolición, y han esbozado los principios de una relación justa con los animales. Este es su segundo gran acierto: exponer las razones contra las corridas de toros. El capítulo 1 se titula, significativamente, “ocho siglos de argumentos antitaurinos”. Un tercer gran acierto tiene que ver con la reinterpretación y la relectura de algunas de las obras más importantes de la literatura y el arte, como la serie de Goya sobre la “Tauromaquia”, generalmente explicadas como ejemplo del interés que tenían artistas y escritoras por las corridas de toros y la estetización (pasar rasgos de la experiencia estética al toreo) que defendían. El caso de Goya es considerado como un ejemplo de manipulación realizada por los
defensores de las corridas de toros pues su serie era oscura, dura y violenta, lo que producía rechazo; efecto contrario al que hubiese pretendido alguien que quisiera favorecer la llamada “fiesta nacional” (p. 86). Y, sin embargo, el libro no es una historia del pensamiento antitaurino, porque se limita a recopilar citas de distintos escritores y autoras sin establecer los elementos que pudieran explicar una progresiva conformación de ese pensamiento, las articulaciones del mismo y sus variaciones críticas a lo largo del tiempo. Un renuncia a ser historia que se ve bien a las claras en el hecho de que los capítulos se organizan por temas (“la falacia del antiespañolismo”, “la protección de los menores frente a la exposición a las corridas de toros”, etc.) donde se vuelve una y otra vez a las citas de autores y autoras antes comentados. No ayuda a la elaboración crítica que quiere hacer Codina sus constantes coloquialismo, que terminan por cansar y llevar el texto a otro lugar –a la lucha de confrontación- y no al que había anunciado –la historia-), del tipo “si los santos levantaran la cabeza”, “ya está bien, ¿no?” o “los taurinos eran capaces de todo”, incluyendo el oportunista capítulo “las mujeres en el pensamiento antitaurino” (capítulo 7). Pan y toros es un libro fallido pero útil y eficiente (CVH).