domingo, 10 de febrero de 2019

DECISIONES CONCRETAS PARA EVITAR UN FUTURO INCIERTO


EL NEOLIBERALISMO TRAS EL HURACÁN
Naomi Klein.- La batalla por el paraíso. Puerto Rico y el capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2019, 91 páginas, 14€
Cuando se intenta explicar la actitud de las personas ante las catástrofes, ya sean las que tienen su origen en el medio natural como aquellas que derivan de nuestros sistemas sociales, aparecen a menudo términos como alienación (que podría definirse como un comportamiento ajeno a sí mismo, como el que parece suceder en las compras compulsivas, etc.), inmoralidad (que popularmente tendría que ver con conductas negativas, como los actos de corrupción, etc.), o banalización (que advertiría sobre la falta de conocimientos sobre lo sucedido y la incapacidad de considerar su importancia, como en la crisis ecológica en la que estamos, etc.). Hace unos años, Naomi Klein definió con otro término –el shock- nuestra aparente impotencia para afrontar los desastres del capitalismo. En realidad esta noción suponía describir un estado de miedo y parálisis, un bloqueo de nuestra posibilidad de reacción. En La doctrina del shock mostraba que esta era la estrategia seguida por los impulsores del neoliberalismo para posibilitar su implantación en los distintos países y zonas del planeta. El mecanismo del shock suponía un trauma, tanto en los individuos como en las comunidades, que impedía la capacidad crítica e inmovilizaba cualquier esfuerzo común.
En La batalla por el paraíso, Klein relata su experiencia durante varios días en un Puerto Rico asolado por los devastadores efectos del huracán María (2017), que dejó el archipiélago prácticamente sin luz ni agua, y con un número alto de casas, carreteras e instalaciones destruidas. El shock procedía, en esta ocasión, no de las políticas económicas neoliberales sino de una naturaleza totalmente alterada por las políticas de explotación sin límite que durante más de un siglo ha desarrollado el capitalismo. En el prefacio, sin embargo, escrito por profesorado de una Plataforma Solidaria (PAReS), se informa “que el verdadero desastre no era el huracán, sino la terrible vulnerabilidad en la que nos ha dejado las décadas de relación colonial con Estados Unidos, la imposición de políticas de privatización de la salud y otros servicios, los despidos masivos, el cierre de escuelas, los recortes en derechos sociales y en inversión para el bienestar colectivo, el abandono de la infraestructura física y social y los altos niveles de corrupción e ineptitud gubernamental” (p. 11).

El libro de Klein comienza describiendo el escenario inmediatamente posterior a la catástrofe en el que resalta un hecho: en medio de calles obstruidas, montañas de lodo, tendidos eléctricos derribados, cauces de agua anegados por la tierra “existía un lugar luminoso. Cerca de la plaza pública resplandecía una luz a través de cada una de las ventanas de una gran casa colonial pintada de rosa. Relucía como un faro en medio de la tenebrosa oscuridad” (p. 17). Es la Casa Pueblo, un centro comunitario y ecológico, con más de veinte años de existencia, que tenía una instalación de paneles solares en su tejado. Se trata de un punto real, no imaginario. Es una idea materializada que demuestra su valor en el preciso momento en el que las ilusiones liberales son incapaces de hacer algo por las vidas de miles de personas. La imagen sugiere desplazar los famosos relatos utópicos sobre cómo podría ser un futuro mejor para la vida, en beneficio de las experiencias del porvenir, es decir, aprovechar la reconstrucción de casas, instituciones, medios de subsistencia, proyectos vitales, para empezar a vivir de otro modo. Esta posibilidad se describe en las páginas del libro, así como el contraproyecto neoliberal que busca extraer el máximo beneficio de las cosas y las personas, también de las tragedias, para lo que se requiere un pueblo sometido: “hacer recortes hasta el tuétano en salud, transportes y educación hasta el punto de que las personas están tan desilusionadas y desesperadas que están dispuestas a intentar lo que sea, incluso vender todos estos servicios” (p. 71).
En su último día en la Puerto Rico da cuenta de un encuentro comunitario en el que se reivindican diversas soberanías: “alimentaria, liberada de la dependencia de las importaciones y de los colosos de la industria agrícola; y soberanía energética, liberada de los combustibles fósiles y bajo el control de las comunidades” (p. 81), nociones que van más allá de la conocida soberanía nacional. La batalla que se cita en el título opone las políticas de quienes quieren que el paraíso sea un espacio común, sostenido en la naturaleza y el apoyo mutuo; o quienes desean convertirlo en un nuevo Miami, sostenido en la explotación y el consumo. Y esto, hoy, allí, es realidad. (CVH)