domingo, 5 de mayo de 2019

AUTOCONSTRUCCIÓN Y MEDIO SOCIAL


COOPERATIVISMO Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL
Lacol y La Ciutat Invisible.- Habitar en comunidad, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2018, 125 páginas, 15€
Las economías de mercado han fracasado. Por más que siga habiendo centros comerciales, bolsas de valores y entidades financieras que mantienen este tipo de intercambios, este modelo de organización de las sociedades, dominadas por la competencia, el deseo de acumulación de capital y la mercantilización de todos los bienes (tanto materiales como inmateriales) producidos por los seres humanos, se ha mostrado inútil para resolver los problemas básicos de las personas y catastrófico en lo que se refiere a posibilitar la vida y el bienestar de las poblaciones. El desastre no es de ahora, tiene más de cien años, los mismos que las alternativas que se han desarrollado para contrarrestarlo. En el caso de la vivienda, un problema sobre el que ya escribió Engels, el mercado fue determinado por las políticas bancarias de créditos con intereses fuertes y resoluciones violentas (como los desahucios) en los conflictos de impago y por las políticas públicas generalmente orientadas hacia el beneficio de las empresas constructoras (leyes del suelo, recalificaciones de terrenos, etc.), en muchos casos tras las cuales –de nuevo- estaban los bancos. En cambio, paralelamente se establecieron formas de cooperación que trataban de eliminar el modelo mercantil y abrir un ámbito comunitario capaz de sustraerse del sistema capitalista.
Habitar en comunidad describe los elementos principales de las cooperativas de vivienda en tanto que “modelo de organización social y económica que intenta solapar tres aspectos que en otras formas societarias se presentan separados: propiedad, desarrollo de la actividad y participación en la toma de decisiones” (p. 11): adhesión abierta y voluntaria, control democrático de la entidad, participación económica equitativa de la estructura, autonomía e independencia y compromiso para el desarrollo sostenible de su comunidad. Esto supone potenciar la autogestión y auto-organización del grupo que lleva adelante el proyecto mediante el asamblearismo que promueve actitudes y posiciones derivadas de la ayuda mutua y de la gestión colectiva de los conflictos que pudieran surgir. A la “organización social” de la cooperativa se suma la específica manera en que esta se articula con la estructura económica, sin división de la propiedad (la cooperativa es gestora del uso de las viviendas), lo que supone considerar el proyecto de viviendas en relación con las necesidades vitales no solamente de los individuos miembros de la cooperativa sino de las necesidades propiamente comunitarias que conlleva un diseño arquitectónico convivencial (reflejado en la planificación de los espacios comunes, recursos colectivos, etc.) y energético (sostenibilidad ecológica) que va más allá de la simple adquisición de una vivienda. A estos dos aspectos está dedicado el grueso del libro (Capítulo 3) que sirve tanto de guía como de reflexión colectiva. 

El libro toma en consideración también las potencialidades del modelo cooperativo (capítulo 4) puesto que “los proyectos de vivienda cooperativa pueden tener un papel motor en el desarrollo local y sostenible de los territorios, que dé cobijo y lidere otros proyectos transformadores, como cooperativas de consumo, grupos de crianza compartida, etc.” (p. 92). Además, los espacios producidos son “lugares intermedios entre el ámbito público (la calle y el barrio) y el privado (el hogar)”, lo que significa la posibilidad de modificar las relaciones sociales. En Habitar en comunidad hay mucho más que una síntesis de lo que es la vivienda cooperativa en cesión de uso: hay una visión clara de que este tipo de organizaciones pueden ser modos en los que se desarrollen y circulen ideas y formas de pensar la sociedad de manera diferente al modelo de mercado capitalista, y que tales ideas y formas de pensar la sociedad no tienen que esperar a ninguna transformación radical para que puedan ponerse en marcha. Como el modelo de las “ciudades en transición”, son procesos integrales donde lo vital, lo experiencial y lo colectivo están unidos y conforman un horizonte posible. (CVH) 


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