martes, 6 de enero de 2015

MARÍA REPÚBLICA, ESCRITURA DESATADA



RESTITUIR LO REPRIMIDO
A propósito de la novela María República de Agustín Gómez Arcos, Barcelona, Cabaret Voltaire, 2014, 345 páginas.
1975, 16 de agosto. El novelista Agustín Gómez Arcos pone punto y final a su novela María República con un poema que termina “Porque esa palabra, mañana,/ estaba también viva./ Dejémosles, pues, hablar de la vida./ Es el más hermoso tema/ de conversación/ que pueden tener los hombres entre sí”. Está desde hace siete años en París. Se ha convertido en un novelista francés, premiado y reconocido, y estrena allí, con éxito, varias obras de teatro. En España ya es historia después de haber escrito, entre otros, tres de los textos teatrales más mordaces y valientes de la década de los sesenta: Diálogos de la herejía, Los gatos y Queridos míos, es preciso contaros ciertas cosas. La última página de la novela es una dedicatoria: “A la Tercera República Española que llegará algún día aunque tenga que nacer del fuego”. María República. Ha terminado una novela que gran parte de la crítica considera un delirio cuando, en realidad, se trata de una iluminación. Uno de los mecanismos narrativos mejor articulados de la literatura. Su expresión depende de su discurso, su discurso requiere de una forma y la forma es una experiencia solidificada, como nos enseñó Ernst Fischer. Nada en esta cadena tiene protagonismo: cada adjetivo está justificado por su decidida delimitación de las mentalidades y las ideologías de los personajes y las instituciones; cada frase se necesita para definir el campo de las luchas de sentido que se juegan en los hechos que se narran; cada nombre se requiere para conformar el mundo social que describe; cada verbo está obligado para mostrar las relaciones de poder y de resistencia que organizan la trama de la novela. No hay sobrantes. Cada adverbio, cada preposición, cada conjunción, sirven al empeño de establecer en el mismo desarrollo de la narración una conexión segura entre los hechos locales (lo que sucede allí), los hechos históricos (lo que significa social y políticamente ese allí) y lo que podría definirse como una universalidad concreta. En París Julio Cortázar había declarado: “cada uno tiene sus ametralladoras específicas. La mía, por el momento, es la literatura”. El artefacto novela de Gómez Arcos está hecho de convicciones, de rabia, de dolor, de lucidez, de pasión. Al contrario que el exceso que le recriminan algunos de sus críticos, María República es una novela radicalmente cierta, radicalmente clara. Desborda, eso sí, las narraciones convencionales que tratan de contar una historia de ficción cargadas con las emociones propias de las industrias culturales. Desborda las virtudes de las novelas que se ajustan a lo que debe decirse para no ofender ni a unos ni a otros. Desborda los relatos ficticios que tratan de objetivar la violencia institucional del Estado franquista. Su universalidad concreta le permite ir más allá de los días que cuenta la historia de María República. Los personajes se ajustan también a esta escritura precisa, sin desvíos ni adornos, dura y llena de vida. María República es Agustín Gómez Arcos (le da sus apellidos a su personaje a mitad de novela)  tanto como todos los que lucharon contra la opresión en la España fascista. En ella están todas las mujeres libres siendo solamente una; todas las rebeldías, resistencias, sediciones y revoluciones, estando encerrada. 
Esta novela es un dispositivo de realidad que, contra la retórica literaria al uso, no busca una representación de la misma sino que realiza un deseo de ruptura con el mundo vivido de la única manera que parece posible: entrando en el horror, en la sordidez, en la deformación de los cuerpos y de las mentalidades para poder destruirlo. Esta novela no espera la valoración del lector: está aquí, como un hecho social más; está aquí, como un trallazo de luz después de una larga noche. Hace lo que pocas obras de arte consiguen: restituir lo que la sociedad autoritaria y la sociedad neoliberal han reprimido: la condición antagónica de los seres humanos cuando sus vidas están atravesadas por la violencia del poder, la dominación y la barbarie (universal) que se dió a lo largo del franquismo (concreto). Parafraseando lo que se preguntaba la pensadora Gayatri Chakravorty Spivak respecto a los subalternos: ¿Quién puede hablar por esta novela? [CVH].