RESTITUIR LO REPRIMIDO
A propósito de la novela María República de Agustín Gómez Arcos,
Barcelona, Cabaret Voltaire, 2014, 345 páginas.
1975, 16 de agosto. El novelista Agustín Gómez Arcos pone punto y
final a su novela María República con
un poema que termina “Porque esa palabra, mañana,/ estaba también viva./
Dejémosles, pues, hablar de la vida./ Es el más hermoso tema/ de conversación/
que pueden tener los hombres entre sí”. Está desde hace siete años en París. Se
ha convertido en un novelista francés, premiado y reconocido, y estrena allí,
con éxito, varias obras de teatro. En España ya es historia después de haber
escrito, entre otros, tres de los textos teatrales más mordaces y valientes de
la década de los sesenta: Diálogos de la
herejía, Los gatos y Queridos míos,
es preciso contaros ciertas cosas. La última página de la novela es una
dedicatoria: “A la Tercera República Española que llegará algún día aunque
tenga que nacer del fuego”. María
República. Ha terminado una novela que gran parte de la crítica considera
un delirio cuando, en realidad, se trata de una iluminación. Uno de los mecanismos
narrativos mejor articulados de la literatura. Su expresión depende de su
discurso, su discurso requiere de una forma y la forma es una experiencia
solidificada, como nos enseñó Ernst Fischer. Nada en esta cadena tiene
protagonismo: cada adjetivo está justificado por su decidida delimitación de
las mentalidades y las ideologías de los personajes y las instituciones; cada
frase se necesita para definir el campo de las luchas de sentido que se juegan
en los hechos que se narran; cada nombre se requiere para conformar el mundo
social que describe; cada verbo está obligado para mostrar las relaciones de
poder y de resistencia que organizan la trama de la novela. No hay sobrantes.
Cada adverbio, cada preposición, cada conjunción, sirven al empeño de
establecer en el mismo desarrollo de la narración una conexión segura entre los
hechos locales (lo que sucede allí),
los hechos históricos (lo que significa social y políticamente ese allí) y lo que podría definirse como una
universalidad concreta. En París
Julio Cortázar había declarado: “cada uno tiene sus ametralladoras específicas.
La mía, por el momento, es la literatura”. El artefacto novela de Gómez Arcos
está hecho de convicciones, de rabia, de dolor, de lucidez, de pasión. Al
contrario que el exceso que le recriminan algunos de sus críticos, María República es una novela
radicalmente cierta, radicalmente clara. Desborda, eso sí, las narraciones
convencionales que tratan de contar una historia de ficción cargadas con las
emociones propias de las industrias culturales. Desborda las virtudes de las
novelas que se ajustan a lo que debe decirse para no ofender ni a unos ni a
otros. Desborda los relatos ficticios que tratan de objetivar la violencia
institucional del Estado franquista. Su universalidad concreta le permite ir
más allá de los días que cuenta la historia de María República. Los personajes se ajustan también a esta escritura
precisa, sin desvíos ni adornos, dura y llena de vida. María República es
Agustín Gómez Arcos (le da sus apellidos a su personaje a mitad de novela) tanto como todos los que lucharon contra la
opresión en la España fascista. En ella están todas las mujeres libres siendo
solamente una; todas las rebeldías, resistencias, sediciones y revoluciones,
estando encerrada.
Esta novela es un dispositivo de realidad que, contra la
retórica literaria al uso, no busca una representación
de la misma sino que realiza un deseo
de ruptura con el mundo vivido de la única manera que parece posible: entrando
en el horror, en la sordidez, en la deformación de los cuerpos y de las
mentalidades para poder destruirlo. Esta novela no espera la valoración del
lector: está aquí, como un hecho
social más; está aquí, como un trallazo
de luz después de una larga noche. Hace lo que pocas obras de arte consiguen:
restituir lo que la sociedad autoritaria y la sociedad neoliberal han
reprimido: la condición antagónica de los seres humanos cuando sus vidas están
atravesadas por la violencia del poder, la dominación y la barbarie (universal)
que se dió a lo largo del franquismo (concreto). Parafraseando lo que se
preguntaba la pensadora Gayatri Chakravorty Spivak
respecto a los subalternos: ¿Quién puede hablar por esta novela? [CVH].
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