EL NEOLIBERALISMO TRAS EL HURACÁN
Naomi Klein.- La batalla por el
paraíso. Puerto Rico y el capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós,
2019, 91 páginas, 14€
Cuando se intenta explicar la actitud de las personas ante las
catástrofes, ya sean las que tienen su origen en el medio natural como aquellas
que derivan de nuestros sistemas sociales, aparecen a menudo términos como
alienación (que podría definirse como un comportamiento ajeno a sí mismo, como
el que parece suceder en las compras compulsivas, etc.), inmoralidad (que
popularmente tendría que ver con conductas negativas, como los actos de
corrupción, etc.), o banalización (que advertiría sobre la falta de
conocimientos sobre lo sucedido y la incapacidad de considerar su importancia,
como en la crisis ecológica en la que estamos, etc.). Hace unos años, Naomi
Klein definió con otro término –el shock- nuestra aparente impotencia para
afrontar los desastres del capitalismo. En realidad esta noción suponía
describir un estado de miedo y parálisis, un bloqueo de nuestra posibilidad de
reacción. En La doctrina del shock mostraba
que esta era la estrategia seguida por los impulsores del neoliberalismo para
posibilitar su implantación en los distintos países y zonas del planeta. El
mecanismo del shock suponía un trauma, tanto en los individuos como en las
comunidades, que impedía la capacidad crítica e inmovilizaba cualquier esfuerzo
común.
En La batalla por el paraíso, Klein
relata su experiencia durante varios días en un Puerto Rico asolado por los
devastadores efectos del huracán María (2017), que dejó el archipiélago
prácticamente sin luz ni agua, y con un número alto de casas, carreteras e
instalaciones destruidas. El shock procedía, en esta ocasión, no de las
políticas económicas neoliberales sino de
una naturaleza totalmente alterada por las políticas de explotación sin límite
que durante más de un siglo ha desarrollado el capitalismo. En el prefacio,
sin embargo, escrito por profesorado de una Plataforma Solidaria (PAReS), se
informa “que el verdadero desastre no era el huracán, sino la terrible
vulnerabilidad en la que nos ha dejado las décadas de relación colonial con
Estados Unidos, la imposición de políticas de privatización de la salud y otros
servicios, los despidos masivos, el cierre de escuelas, los recortes en
derechos sociales y en inversión para el bienestar colectivo, el abandono de la
infraestructura física y social y los altos niveles de corrupción e ineptitud
gubernamental” (p. 11).
El libro de Klein comienza describiendo el escenario inmediatamente
posterior a la catástrofe en el que resalta un hecho: en medio de calles
obstruidas, montañas de lodo, tendidos eléctricos derribados, cauces de agua
anegados por la tierra “existía un lugar luminoso. Cerca de la plaza pública
resplandecía una luz a través de cada una de las ventanas de una gran casa
colonial pintada de rosa. Relucía como un faro en medio de la tenebrosa
oscuridad” (p. 17). Es la Casa Pueblo, un centro comunitario y ecológico, con
más de veinte años de existencia, que tenía una instalación de paneles solares
en su tejado. Se trata de un punto real, no imaginario. Es una idea materializada que demuestra su
valor en el preciso momento en el que las ilusiones liberales son incapaces de
hacer algo por las vidas de miles de personas. La imagen sugiere desplazar los
famosos relatos utópicos sobre cómo podría ser un futuro mejor para la vida, en
beneficio de las experiencias del porvenir, es decir, aprovechar la
reconstrucción de casas, instituciones, medios de subsistencia, proyectos
vitales, para empezar a vivir de otro modo. Esta posibilidad se describe en las páginas del libro, así como el
contraproyecto neoliberal que busca extraer el máximo beneficio de las cosas y
las personas, también de las tragedias, para lo que se requiere un pueblo
sometido: “hacer recortes hasta el tuétano en salud, transportes y educación
hasta el punto de que las personas están tan
desilusionadas y desesperadas que están dispuestas a intentar lo que sea,
incluso vender todos estos servicios” (p. 71).
En su último día en la Puerto Rico da cuenta de un encuentro
comunitario en el que se reivindican diversas soberanías: “alimentaria, liberada de la dependencia de las
importaciones y de los colosos de la industria agrícola; y soberanía
energética, liberada de los combustibles fósiles y bajo el control de las
comunidades” (p. 81), nociones que van más allá de la conocida soberanía
nacional. La batalla que se cita en el título opone las políticas de quienes
quieren que el paraíso sea un espacio común, sostenido en la naturaleza y el apoyo mutuo; o quienes desean convertirlo en
un nuevo Miami, sostenido en la
explotación y el consumo. Y esto, hoy, allí, es realidad. (CVH)
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