UN CONTRAPODER FRENTE A LA PSIQUIATRÍA
Giorgio Antonucci.-El prejuicio
psiquiátrico, Pamplona-Iruñea, Katakrak, 2018, 267 páginas, 18€
Los muros de las prisiones y de los psiquiátricos son opacos para la
sociedad no por la altura y el grosor de los mismos sino por la indiferencia
con la que esta trata a las miles de personas encerradas en los expedientes con
los se las mantienen segregadas de la vida común. A pesar de que películas arriesgadas como Shock Corridor (1963) de Samuel Fuller o Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) de Milos Forman llevaron la crítica de los manicomios hasta el gran público, el asunto siempre fue marginado y ocultado.
Desde las primeras páginas
del libro, ya en la introducción de Giuseppe Gozzini, se afirma que este “habla
de un tema que no interesa a nadie. No porque el tema no sea interesante, sino
porque todos preferimos ignorarlo” (p. 33). Al contrario, este médico italiano
asume la tarea de desvelar la forma en la que los actos y pensamientos
conflictivos con la estructura del medio social en el que se vive son
transformados en actos de locura, de perturbación mental, de desviación
psíquica por un aparato ideológico que ha logrado imponerse en la sociedad a
través de la psiquiatría. Reconoce que es posible comparar el poder de la
palabra de un psiquiatra “con el de un juez” (p. 46), afirma la carencia de
contenido científico de la psiquiatría y sostiene una tesis radical y sumamente
dura: que la llamada enfermedad mental no es una enfermedad sino el produzco de
una intervención autoritaria que realiza el discurso psiquiátrico y cuyas
consecuencias fueron, en otros tiempos, el encierro en manicomios y la
aplicación de determinados tratamientos violentos y lesivos para el ser humano
(eletroshock, inmovilizaciones forzadas con camisas de fuerza y lobotomías), y
son –en nuestro tiempo- una vida
terapeutizada a través tratamientos con psicofármacos, que reducen la
capacidad psíquica y física de los individuos tratados, etc. Antonucci
distingue claramente, y así lo advierte a lo largo del libro, entre la
enfermedad mental [inexistente] y “las enfermedades del cerebro que
corresponden a la neurología” (p. 91). Estas –sigue diciendo- “son enfermedades
reales, que tienen explicación fisiológica, y su cura empieza, precisamente
cuando termina la psiquiatría, cuando se supera el prejuicio de la enfermedad
mental” (p. 91-92). Esto le lleva a afirmar que aquellos que han visitado el
manicomio “no han visto cómo se portan los locos o enfermos mentales, sino cómo
se mueven y hablan las personas psiquiatrizadas” (p. 179). Es, pues, el
discurso psiquiátrico, sin respaldo de la ciencia, la que produce al enfermo
mental. La tesis remite a todo un movimiento que se consolidó alrededor del 68
y cuyas bases cobran hoy día especial importancia al descubrirse nuevos
mecanismos de afección y introyección de los conflictos sociales en los
cuerpos.
Para
sostener estas ideas, Antonucci dedica la mayor parte de este libro a la
publicación de historiales médicos de pacientes y a dar cuenta de episodios de
su experiencia que no responden “a exigencias autobiográficas, sino al objetivo
de llevar al lector a entrar en contacto directo con los acontecimientos” (p.
46). Y, sin embargo, es ahí donde se encuentra el mayor problema de libro: la
simple descripción de los tratamientos a que se somete al paciente antes de la
intervención de Antonucci, y los resultados que se producen tras la misma no
son claramente explicados en términos de causalidad, quedando meramente
superpuestos. Es evidente que el libro de Antonucci se escribe en un marco reconocible de luchas antipsiquiátricas que
buscan la liberación del paciente. En este sentido, es posible conectar su
discurso crítico con otros que han desarrollado más ampliamente los
razonamientos que justifican las ideas contenidas en El prejuicio psiquiátrico, pero la lectura única del libro puede dar
lugar a equívocos. La historia de Valerio (pp. 149-159) y uno de los textos
finales, “La fiesta”, son, tal vez, los más significativos ejemplos en los que
se sostiene la denuncia que Antonucci hace con este libro: es la biografía
social de los individuos, la represión y el autoritarismo sistémico por la normalización
de las conductas, la que explica la segregación a través de la patologización
de la mente. La intervención que hace este libro supone algo más que abrir una
confrontación con nuestra tranquila indiferencia ante el orden psiquiátrico: es
también la prueba de que cualquier cambio sólo tendrá sentido si se piensa en
términos de totalidad, donde se incluya el medio social, las crisis y los
conflictos que en el mismo acontecen. (CVH)
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