PARA ACABAR CON LA TORTURA A LOS ANIMALES
Juan Ignacio Codina Segovia.- Pan
y toros, Madrid, Plaza y Valdés, 2018, 238 páginas, 14,50€
En el
año 2005 se publicó un fundamental ensayo que estudiaba el lugar de los animales en las sociedades industriales. Su título era
Todos los animales somos hermanos. Su
autor un filósofo y poeta, Jorge Riechmann, que concentraba en este volumen de
357 páginas todos sus saberes sobre ética, ecología y biología para aprender a
ver con una mirada nueva nuestro mundo y nuestras relaciones con los otros, que
también son los animales. En un Anejo
(después ampliado a libro) se incluía una amplia antología sobre derecho, ética
y animales, textos publicados a lo largo de más de tres siglos, que defendían
un cambio de actitud y de posición política respecto a los mismos. Dos años
antes se fundaba el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) que en
poco más de un década de luchas, a través de campañas, denuncias y manifiestos
(luchas que han sido muchas veces ridiculizadas o violentadas), ha transformado
en gran medida la mentalidad que consideraba a los animales como meros apéndices de los seres humanos,
utilizados para su beneficio, y que se basada en una supuesta superioridad de
los segundos. El respeto moral hacia los animales fue también el punto de
partida de otro filósofo y científico, Jesús Mosterín, que –en respuesta a una
pregunta- decía “sí, me parece que la tortura de las ocas para producir
foie-gras con su hígado enfermo es intolerable; por eso ya se ha prohibido en
bastantes países. La caza mal llamada “deportiva” perdió todo su sentido con la
revolución del Neolítico; ahora es inaceptable. Y, como ya he dicho, la
ganadería intensiva es inaceptable”.
El libro de Codina se suma a estas luchas
que impulsan numerosos colectivos, y se centra en el pensamiento antitaurino
(detalladamente) y en la violencia contra los animales. Ese es, sin duda, su
primer gran acierto: que después de realizar una tesis doctoral sobre el
discurso contra la violencia hacia los toros (de la que se nutre este libro), la
misma le permite desmontar el argumento de los defensores de las corridas de
toros de que esta oposición radical contra la llamada “fiesta nacional” y otras “celebraciones” en la que sufren
animales es solamente una moda. Para ello, sus páginas se llenan de numerosas
citas y fragmentos de obras de autores, escritoras, políticos, pensadoras, etc.
que desde la Edad media y hasta nuestros días han defendido a los animales, han
denunciado públicamente las corridas de toros reclamando su abolición, y han
esbozado los principios de una relación justa con los animales. Este es su
segundo gran acierto: exponer las razones contra las corridas de toros. El
capítulo 1 se titula, significativamente, “ocho siglos de argumentos
antitaurinos”. Un tercer gran acierto tiene que ver con la reinterpretación y
la relectura de algunas de las obras más importantes de la literatura y el
arte, como la serie de Goya sobre la “Tauromaquia”, generalmente explicadas
como ejemplo del interés que tenían artistas y escritoras por las corridas de
toros y la estetización (pasar rasgos de la experiencia estética al toreo) que
defendían. El caso de Goya es considerado como un ejemplo de manipulación realizada por los
defensores de las corridas de toros pues su serie era oscura, dura y violenta,
lo que producía rechazo; efecto contrario al que hubiese pretendido alguien que
quisiera favorecer la llamada “fiesta nacional” (p. 86). Y, sin embargo, el
libro no es una historia del
pensamiento antitaurino, porque se limita a recopilar citas de distintos
escritores y autoras sin establecer los elementos que pudieran explicar una
progresiva conformación de ese pensamiento, las articulaciones del mismo y sus
variaciones críticas a lo largo del tiempo. Un renuncia a ser historia que se
ve bien a las claras en el hecho de que los capítulos se organizan por temas (“la falacia del antiespañolismo”,
“la protección de los menores frente a la exposición a las corridas de toros”,
etc.) donde se vuelve una y otra vez a las citas de autores y autoras antes
comentados. No ayuda a la elaboración crítica que quiere hacer Codina sus
constantes coloquialismo, que terminan por cansar y llevar el texto a otro
lugar –a la lucha de confrontación- y no al que había anunciado –la historia-),
del tipo “si los santos levantaran la cabeza”, “ya está bien, ¿no?” o “los
taurinos eran capaces de todo”, incluyendo el oportunista capítulo “las mujeres
en el pensamiento antitaurino” (capítulo 7). Pan y toros es un libro fallido pero útil y eficiente (CVH).
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