jueves, 30 de diciembre de 2021

LAS CARTAS TECNOLÓGICAS SOBRE LA MESA

 CÓMO CONVERSAR CON UN TECNOLÓFILO


Adrián Almazán.- Técnica y tecnología, Madrid, Taugenit, 2021, 180 páginas.

Un paseo por los grandes centros urbanos capitalistas del mundo nos ofrece una visión en la que la tecnología parece dominarlo todo: a las grandes pantallas electrónicas que se encuentran en las esquinas de las plazas y en las grandes fachadas, se suman los trenes eléctricos sin conductor, los grandes edificios inteligentes, multitud de dispositivos acústicos, visuales, táctiles, enormes carteles digitales de publicidad, una conectividad expandida entre aparatos que ponen en relación los móviles de los ciudadanos, los monitores digitales transparentes de las empresas, los productos que circulan por las redes sociales, etc. Y, sin embargo, la tecnología no ha creado este mundo. Detrás de cada uno de esos elementos hay, como señala Almazán, personas, grupos o elementos sociales que han imaginado ese mundo. Así pues, en las primeras páginas del libro el propio autor acaba con su argumento central de que la tecnología no es neutral.

Este libro, que se subtitula “cómo conversar con un tecnolófilo”, trata de situar uno de los grandes problemas de nuestro tiempo: cuál es el lugar de la tecnología en él. Para ello, y en cuatro capítulos y un epílogo, entabla una discusión acerca de los aspectos más espinosos del tema y llegando a conclusiones precisas: primera, no hacer de los seres humanos una especie que se distinga de las demás por el uso de la técnica, puesto que muchos otros animales utilizan esta para su desarrollo vital (que define como “la capacidad de fabricación o utilización de un determinado tipo de objetos, los objetos técnicos” [p. 15], frente a la tecnología, “una forma particular de técnica exclusiva de las sociedades modernas y capitalistas”). Segunda, señalar que la evolución del ser humano no es equivalente a la de los objetos técnicos (p. 22), al contrario, más que una línea “es un matorral enmarañado” y, consecuentemente, no es correcta la afirmación “no se puede luchar contra el progreso”, no solamente porque “es situarnos como observadores pasivos de una dinámica sobre la que no tenemos control alguno, que nos trasciende” (p. 39) sino porque tal progreso no es como se dice. Tercera, es falso que las tecnologías no sean ni buenas ni malas, para lo que trata de inutilizar el ejemplo que aducen –según él- los tecnolófilos: que el cuchillo puede servir para cortar verduras o para asesinar, lo importante es “lo que haga con él quien lo empuña” (p. 89). Finalmente, no es cierto que la tecnología pueda sacarnos del lío en el que está la humanidad.

Para poder discutir, Almazán ha escogido los argumentos más populares empleados por los que defienden radicalmente la tecnología. Los presenta de manera clara y comprensible, lo que es importante dada la complejidad de los asuntos que trata. Es capaz de ir de lo abstracto a lo concreto con rapidez, facilitando la comprensión de los modos de razonar. En este sentido, Técnica y tecnología es un libro útil, para la reflexión colectiva; suficiente, por la completa dimensión de problemas que plantea; y enérgico, puesto que muestra bien lo que nos jugamos como sociedad y como especie si seguimos apoyándonos en la tecnología para tratar de seguir supuestamente progresando.

Pero el libro también tiene planteamientos difícilmente sostenibles. Uno de ellos ya está enunciado: la contradicción que supone atribuir a la tecnología un mal que no procede de ella misma (puesto que la tecnología no se crea a sí misma) sino del uso que de ella hacen determinados seres humanos, lo que invalidaría la tercera conclusión. Otro es que el tecnolófilo que ha imaginado como oponente es más bien un muñeco de paja, esto es, que podría haber encontrado otros razonamientos más contundentes por parte de sus oponentes. Más aún, lo que señala como específico del ser humano, su capacidad de imaginar y de simbolizar, no se opone a que ese mismo ser imaginante realice materialmente lo que ha creado en su mente, lo que haría problemático el primer aspecto, dado que la tecnología podría definirse como la creación técnica de dispositivos técnicos más complejos capaces de generar otros objetos técnicos, lo que sí se convertiría en exclusivo del ser humano. En todo caso, este libro nos ayuda a afrontar, desde distintos ámbitos, qué hacer con esas ciudades donde parece que los seres humanos hace tiempo que desaparecieron. (CVH).

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