LA POTENCIA DEL SABER COLECTIVO
Acerca de la exposición Un saber realmente útil (MNCARS, 2014-2015) y de la película La educación prohibida (2012).
Poco más de tres meses (desde el 29 de octubre de 2014 hasta el 9 de
febrero de 2015) ha estado esta exposición en el MNCARS de Madrid que partía de
una tesis central: “La forma en que las sociedades definen y distribuyen el
conocimiento indica el modo en que se estructuran, el orden social dominante y
los grados de inclusión y exclusión”. Si ciertamente no es la única manera en
que se manifiesta la construcción social,
sí es cierto que el saber y su conformación en la sociedad revelan la
historicidad de un mundo y su constitución.
La exposición, comisariada por el colectivo WHW (What, How and for
Whom), que se fundó en 1999 y que está formado por Ivet Ćurlin, Ana Dević,
Nataša Ilić, Sabina Sabolović, y Dejan Kršić, sigue el modelo que ya señalamos
con motivo de la realizada en este mismo Museo en 2010 de la exposición “Principio
Potosí” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111454):
el espacio no es un lugar sagrado para admirar el arte, sino un espacio de
confluencias y divergencias para pensarnos a través de los temas y de las
obras; la idea de itinerario no depende de una consideración de la exposición
como desarrollo de un asunto o como evolución de una obra, sino como una
acumulación de cuestiones que tratan de expandir la enunciación que hacen las
instalaciones, piezas y películas que componen la exposición; las obras que
conforman la muestra no adquieren su valor por su comportamiento en el mercado
o por haber sido calificadas por una crítica académica, sino por ser
constitutivas de una valor social, histórico y revelador para abordar el mundo.
investigar
la tensión entre la emancipación individual y la emancipación social a través
de la educación, en ejemplos tanto históricos como actuales, y su relación con
formas organizativas capaces de liderar una resistencia unificada a la
reproducción del capital. Al hacerlo, la exposición insiste en el uso colectivo
de recursos, acciones y experimentos públicos, bien olvidados o bajo amenaza de
erradicación, tomando el museo como lugar pedagógico dedicado al análisis de
formas artísticas interconectadas con relaciones sociales reales o deseadas”.
Para ello se fija en lo que significa el saber realmente útil: un concepto que “surge
a principios del siglo XIX junto con la conciencia obrera acerca de una
necesidad de auto-educación. En las décadas de 1820 y 1830, las organizaciones
obreras del Reino Unido introdujeron esta frase para describir un cuerpo de
saberes que abarcaba varias disciplinas “no prácticas” tales como la política,
la economía y la filosofía, en oposición a los “saberes útiles” pregonados por
los patronos, quienes tiempo antes empezaron a aumentar la inversión en el
avance de sus empresas a través de la financiación de la educación de los
obreros en habilidades y disciplinas “pertinentes” como la ingeniería, la
física, la química o las matemáticas. En esta referencia a las olvidadas luchas
de clase del capitalismo temprano, el título de la exposición sugiere una
indagación en un “saber realmente útil” desde una perspectiva contemporánea”.
Así, pues, espacio (integrado por lugares de expectación y lugares de
participación como los de realización de encuestas, de test de integración en
la sociedad española para migrantes, etc.), itinerario (con cuatro recorridos
distintos que tratan de responder a las preguntas ¿Por qué es útil aprender?”,
¿Cómo activamos la imaginación para crear una felicidad distinta a la que
organiza el capitalismo?, ¿Qué aprendizajes emergen de los movimientos
sociales? y ¿Qué pueden accionar políticamente las imágenes?), y selección de
obras (documentales, instalaciones, obras de arte pensadas como mediación,
fotografías, materiales diversos, etc.) están en función de un radical
planteamiento: “La muestra intenta posicionar la noción de pedagogía crítica
como un elemento crucial en las luchas colectivas,así como investigar la tensión entre la emancipación individual y
la emancipación social a través de la educación, en ejemplos tanto
históricos como actuales, y su relación con formas organizativas capaces
de liderar una resistencia unificada a la reproducción del capital. Al
hacerlo, la exposición insiste en el uso colectivo de recursos, acciones
y experimentos públicos, bien olvidados o bajo amenaza de erradicación,
tomando el museo como lugar pedagógico dedicado al análisis de formas
artísticas interconectadas con relaciones sociales reales o deseadas".
De nuevo, entonces, una exposición nos devuelve al marco discursivo en
el que es posible pensar nuestra
constitución social y sus principios, en este caso a través de la dinámica
aprendizaje-pedagogía-conocimiento. Este aprendizaje, lejos del
institucionalizado por los colegios, las escuelas y las universidades de
nuestras sociedades capitalistas, y
que han servido de modelo de dominación en otras partes del mundo, significa
una ruptura con los modos y las herramientas de reproducción social. Su forma
revela su naturaleza emancipadora. Frente al “saber útil” del mantenimiento de
la explotación de clases (sociales,
de género, coloniales), el “saber realmente
útil” de la potencia colectiva
del saber como expansión del ser humano histórico.
Esta idea de expansión del ser humano histórico, coincidente también
con la propia consideración del museo y la exposición como un ámbito de
participación en la construcción colectiva de nuestro conocimiento del mundo,
está en la base de la película que hace ya más de dos años, en 2012, realizada
por Eulam Producciones, con guion de Germán Doin y Verónica Guzzo y dirigida
por el primero, se estrenó simultáneamente en más de 100 salas de 13 países. La
película, producida mediante financiación
multitudinaria (crowdfunding) y publicada bajo licencia Bienes Creativos Comunes (Creative
Commons) puso en el centro del debate público la función de la escuela, al mismo
tiempo que separaba la institución educativa del aprendizaje. Frente al
reformismo que constituye el límite en las diferentes discusiones en Europa,
EE.UU. y Latinoamérica sobre los “modelos educativos” y “los procesos de aprendizaje”
mediante el que se quiere acomodar la enseñanza a las orientaciones sociales de
los discursos liberales dominantes, esta película desborda ese reformismo para
repensar los fundamentos en los que se sostiene la educación mostrando, al
mismo tiempo, todo un conjunto de diferentes escuelas y centros de enseñanza
alternativos que afirman otros modos de aprendizaje basados, la mayor parte de
ellos, en la desaturación “que permite elaborar contextos de comprensión y
articular nociones comunes” y en la articulación “de contextos de sentido [por
los que] es posible vincular conocimientos lo bastante consistentes y
relevantes como para despojarnos y vaciarnos de todo aquello que nos inunda de
redundancia y de impotencia” (Marina Garcés en el catálogo de “Un saber
realmente útil”). Basados en una concepción del ser humano distinta.
Traer al debate la escuela
capitalista (y no la escuela del Estado del bienestar como han creído
algunos), y situar el foco sobre lo que las reformas ocultan (y de lo que no se
discute) no hizo sino abrir un debate agrio, generalmente interesado y la mayor
parte de las veces incomprensible. A menudo sostenido en una supuesta defensa
de la escuela pública y contra el proyecto privatizador de los gobiernos
neoliberales, las críticas no sólo se equivocaron pensando que se trataba de película
de propaganda hecha “por el lobby neoliberal” sino que deformaron hasta
extremos ridículos lo que la película cuenta y defiende. Un modelo de este
planteamiento se hizo, en España, desde el IES Joanot Martorell de Valencia, “La
educación prohibida, educación de pago”. Los responsables de la película
tuvieron entonces que explicar “Qué NO ES La
educación prohibida”, que puede leerse, al igual que puede visionarse el
documental, en la página: http://www.educacionprohibida.com
Es evidente que buena parte del motor de esta película está
constituido por los trabajos de Iván Illich sobre la desescolarización de la
sociedad que se apunta ya en Alternativas,
y en la que define la institución educativa como una nueva vaca sagrada “más
intocable que la Iglesia del periodo colonial” (Illich: 103). La escuela se
vuelve intocable “por ser vital para el mantenimiento del statu quo. Sirve para
mitigar el potencial subversivo que debería poseer la educación en una sociedad
alienada, ya que al quedar confinada a sus aulas sólo confiere sus más altos
certificados a quienes se han sometido a sus iniciación y adiestramiento”
(Illich: 106). Y, por supuesto, en su ensayo La sociedad desescolarizada, de 1970. Donde escribe en sus primeras
páginas que “Muchos estudiantes, en especial los que son pobres, saben
intuitivamente qué hacen por ellos las escuelas. Los adiestran a confundir
proceso y sustancia. Una vez que estos dos términos se hacen indistintos, se
adopta una nueva lógica: cuanto más tratamiento haya, tanto mejor serán los resultados.
Al alumno se le "escolariza" de ese modo para confundir enseñanza con
saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia, y
fluidez con capacidad para decir algo nuevo. A su imaginación se la
"escolariza" para que acepte servicio en vez de valor”. (Illich: 191).
En el proyecto del pensador austríaco está el querer “suscitar la cuestión
general acerca de la mutua definición, de la naturaleza del hombre y de la
naturaleza de las instituciones modernas, que caracteriza nuestra visión del
mundo y nuestro lenguaje.” (Illich: 192).
Como en la exposición “Un saber realmente útil”, La educación prohibida elabora un análisis sumamente potente y rico
acerca de lo que conforma el núcleo duro de la educación capitalista y las
posibilidades de liberarse de ella. Vaneigem ya lo había señalado en un breve
texto de 1995: “La escuela ha sido, junto con la familia, la fábrica, el
cuartel y accesoriamente el hospital y la prisión, el paso ineludible en el que
la sociedad mercantil cambiaba para su provecho el destino de los seres humanos”
(Vaneigem: 3). Para insistir después en que “Odiosa ayer, la escuela es ya sólo
algo ridículo. ¿Hay que destruirla? Pregunta doblemente absurda. En primer
lugar porque ya está destruida. Cada vez menos concernidos por lo que enseñan y
estudian -y sobre todo por la manera de instruir y de instruirse-, ¿no se
afanan conjuntamente profesores y alumnos en hundir voluntariamente el viejo
paquebote pedagógico que hace aguas por todas partes? El hastío engendra la
violencia, la fealdad de los edificios incita al vandalismo, las construcciones
modernas, cimentadas por el desprecio de los promotores inmobiliarios, se
agrietan, se vienen abajo, arden, según el desgaste programado de sus
materiales de pacotilla. Además, porque el reflejo de aniquilación se inscribe
en la lógica de muerte de una sociedad mercantil cuya necesidad lucrativa
consume lo vivo de los seres y de las cosas, lo degrada, lo contamina, lo mata.
Acentuar el deterioro no beneficia sólo a los carroñeros de lo inmobiliario, a
los ideólogos del miedo y de la seguridad, a los partidos del odio, de la
exclusión, de la ignorancia, sino que, además, da razones a ese inmovilismo que
no deja de cambiarse de ropaje y enmascara su nulidad con reformas tan
espectaculares como efímeras”. (Vaneigem: 9).
Desde el primer momento, la película de Germán Doin y Verónica Guzzo se
define como el “resumen de un aprendizaje que continúa permanentemente y bajo
ningún concepto debe considerarse concluyente o absoluto”. De los diez
capítulos en que se estructura el documental, tras un primero introductorio al
tema, el segundo repasa el origen histórico de la escuela (en la Prusia del
despotismo ilustrado) y su adscripción pública como modo de producir un pueblo
dócil y obediente; presenta las razones del formación de un cuerpo de docentes,
con los que Napoleón trataba de “dirigir el parecer de los franceses”, y analiza
las consecuencias de las necesidades industriales que justifican la enseñanza
obligatoria. El tercero presenta la problemática del alumnado que la escuela
tradicional impone sobre las necesidades y potencialidades que el niño es antes
de transmutarse en esa figura social. El tercero aborda el problema de la
materia de enseñanza y de los procesos que se ponen en marcha: se despliegan
numerosas posibilidades, formas de desarrollar las prácticas de conocimiento
(mediante el misterio, la orientación hacia las preguntas, apoyándose en un
modelo activo, etc.). Le sigue la reflexión acerca de la problemática
adaptación del niño a la escuela o de la adaptación de la escuela al niño: un
vistazo a la cultura escolar. El quinto y sexto plantean el dilema de la
diversidad en una escuela fijada mediante agrupaciones por edades y una segmentación
de la enseñanza por áreas y asignaturas, así como de los modos de evaluación y
los significados de la misma. Los tres últimos bloques se refieren a la
disciplina que se contrapone al proceso de adopción de responsabilidades del
niño, los modos de funcionamiento institucional frente a la cooperación y en
favor de un nuevo paradigma educativo; la figura del maestro y las relaciones
de poder o de acompañamiento que tiene en los diferentes modelos educativos; y
el lugar de la familia en el proceso educativo. Una película larga pero llena
de recursos (dramatizaciones, animaciones, tratamiento de imágenes,
entrevistas, etc.) que la hacen útil y clara.
El proyecto que acompañó entonces a la producción de la película, y
que continúa, es sumamente interesante y revela un trabajo metódico y abierto pocas
veces conocido. Ya existe en la página electrónica http://www.educacionprohibida.com
un “Mapeo colectivo de educación alternativa” y una red, Reevo (Red de
educación libre, abierta y colaborativa), así como material diverso sobre educación
alternativa y experiencias.
La exposición “Un saber realmente útil” y la película La educación prohibida devuelven a las
sociedades las posibilidades de reflexionar acerca del conocimiento colectivo y
de las condiciones emancipadoras de otra educación para una vida humana
histórica. Su enseñanza más radical es que tal posibilidad no está dentro de
las aulas (que concretan el modelo
tradicional y dominante) sino fuera, en otros espacios.
En el apéndice a La sociedad
desescolarizada Illich escribía: “De generación en generación nos hemos
esforzado por llegar a la educación de un mundo mejor y, para hacerlo, hemos desarrollado
sin cesar la escolaridad. Hasta ahora, la empresa se ha pagado con un fracaso.
¿Y qué hemos aprendido si no esa constreñir a los niños para que suban la
escalera sin fin de la educación que, lejos de conducir a la igualdad buscada,
sólo favorece al que se adelantó a los otros o al que tiene mejor salud o al
que se beneficia de una mejor preparación? Peor aún, la enseñanza obligatoria
parece minar la voluntad personal de aprender. Por último, al saber considerado
como una mercancía, que hay que almacenar y distribuir, pronto se le considera
como un bien sometido a las garantías de la propiedad individual y, por lo mismo,
tiende a volverse escaso”. (Illich: 299). Abandonar el reformismo cómodo y construir
una sociedad distinta supone no limitar el debate y, por supuesto, ser capaces
de ir a las raíces de la educación para encontrar lo que ha constituido su
impulso: conocer el mundo para poder transformarlo. [CVH]
Referencias: Iván Illich.- Obras
reunidas, I, México D.F., FCE, 2006; Raoul Vaneigem.- Aviso a escolares y estudiantes, Madrid, Debate, 2001.
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